Haga Clic para ir a
Día 12. Viernes 19 de enero. ¿QUIEN ES TU CAPITÁN?
Día 12. Viernes 19 de enero. ¿QUIEN ES TU CAPITÁN?
Mateo 8.23–27 — 23 Entró él en la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 Y se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25 Se acercaron sus discípulos y lo despertaron, diciendo: —¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 Él les dijo: —¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres, maravillados, decían: —¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?
Estuve recordando un poco mi niñez cuando me encontraba en mi pueblo el lugar en donde yo nací, donde yo crecí, tantos recuerdos que se quedaron en mi mente. Recuerdo cuando la lluvia inundaba las calles y pronto mi imaginación comenzaba a trabajar. Algo de lo que me encantaba hacer era poder correr rápidamente por una hoja de papel y comenzarla a doblar para poder elaborar un barquito junto a mis amigos. Terminaba de hacer el barquito y lo soltaba en el agua y así miraba como el agua lo llevaba hasta perderse por la calle, y corría una vez más para detenerlo y poder soltarlo una vez más y así sucesivamente. Hubo ocasiones en que el barquito de papel el cual había elaborado, en realidad no avanzaba mucho y se desbarataba muy rápidamente. Eso quería decir que el barquito no lo había hecho bien, o peor aún a veces al soltarlo simplemente se estrellaba en una piedra y se desbarataba instantáneamente. Pensando un poco en todo esto me llego una alegría inmensa y solté una carcajada y me dije claro era un barco de papel y nadie lo manejaba no tenía un capitán, solamente el agua lo llevaba por donde iba la corriente. Este pasaje que tenemos aquí me recordó la misma historia de mi niñez y mis barquitos de papel solo que en este caso si había un capitán y ese capitán era Jesús. Y aunque aparentemente Él dormía mientras los discípulos se llenaban de temor ellos deberían de haber estado confiados de que llegarían al otro lado sin ningún problema como al final del pasaje nos lo muestra. Me fue imposible no comparar todo esto con mi vida, con mi familia y me di cuenta que nosotros como familia tenemos nuestro propio barco el cuál abecés tenemos grande bonanza pero también muchas veces tenemos muchas tormentas. En realidad eso no importa, lo importante de todo esto es saber y entender que ni yo ni mi familia llevamos el timón de este barco sino que es Jesucristo nuestro capitán. Yo sé que si Él es nuestro capitán y es El, El que lleva el timón de nuestro barco, seguro estaremos en que nos llevara a buen puerto. Te invito a que sueltes el timón de tu barquito (de tu vida) y que se lo puedas entregar al capitán de capitanes JESUCRISTO el cual te llevara a un puerto seguro. Hno. Carlos Tena.
Estuve recordando un poco mi niñez cuando me encontraba en mi pueblo el lugar en donde yo nací, donde yo crecí, tantos recuerdos que se quedaron en mi mente. Recuerdo cuando la lluvia inundaba las calles y pronto mi imaginación comenzaba a trabajar. Algo de lo que me encantaba hacer era poder correr rápidamente por una hoja de papel y comenzarla a doblar para poder elaborar un barquito junto a mis amigos. Terminaba de hacer el barquito y lo soltaba en el agua y así miraba como el agua lo llevaba hasta perderse por la calle, y corría una vez más para detenerlo y poder soltarlo una vez más y así sucesivamente. Hubo ocasiones en que el barquito de papel el cual había elaborado, en realidad no avanzaba mucho y se desbarataba muy rápidamente. Eso quería decir que el barquito no lo había hecho bien, o peor aún a veces al soltarlo simplemente se estrellaba en una piedra y se desbarataba instantáneamente. Pensando un poco en todo esto me llego una alegría inmensa y solté una carcajada y me dije claro era un barco de papel y nadie lo manejaba no tenía un capitán, solamente el agua lo llevaba por donde iba la corriente. Este pasaje que tenemos aquí me recordó la misma historia de mi niñez y mis barquitos de papel solo que en este caso si había un capitán y ese capitán era Jesús. Y aunque aparentemente Él dormía mientras los discípulos se llenaban de temor ellos deberían de haber estado confiados de que llegarían al otro lado sin ningún problema como al final del pasaje nos lo muestra. Me fue imposible no comparar todo esto con mi vida, con mi familia y me di cuenta que nosotros como familia tenemos nuestro propio barco el cuál abecés tenemos grande bonanza pero también muchas veces tenemos muchas tormentas. En realidad eso no importa, lo importante de todo esto es saber y entender que ni yo ni mi familia llevamos el timón de este barco sino que es Jesucristo nuestro capitán. Yo sé que si Él es nuestro capitán y es El, El que lleva el timón de nuestro barco, seguro estaremos en que nos llevara a buen puerto. Te invito a que sueltes el timón de tu barquito (de tu vida) y que se lo puedas entregar al capitán de capitanes JESUCRISTO el cual te llevara a un puerto seguro. Hno. Carlos Tena.